"Cualquier idiota puede superar una crisis, es la vida cotidiana lo que te consume" - Anton Chéjov
La última entrada de mi blog fue en el 2021, no puedo creer
que ha transcurrido tanto tiempo, pero si hago un recuento de hechos en mi
vida, recapitulo y es asombroso todo lo que ha pasado.
Estoy aquí de nuevo por que escribir me libera, me
reconforta y me enfrenta siempre con la verdad, a veces una que no quiero ver,
o que más bien me da miedo enfrentar.
Quería contarles todo lo que ha sucedido, para poder también
recordar y no olvidar que sigo en pie, que no me detengo y no pienso detenerme.
Tal vez lo haré unos minutos, unos días, para retomar fuerzas que de pronto se
me van.
Mucha filosofía y muchos maullidos, más de los que pudiera
imaginar. Para ser exactos lo último que realmente escribí en estas páginas
virtuales fue un artículo en donde hablaba de la realidad y seguíamos en medio
de la pandemia, la frase "La tarea de la realidad es despertar las
preguntas últimas" encabezaba mi desahogo, y contaba las huellas que la
realidad en ese momento dejaba sobre mí. En otro artículo anterior narraba el
sentido que descubrí en todo lo que me pasaba, y es justo ahora lo que también
intento aclarar.
Trabajé muy duro durante esos días, de forma incansable. Las
personas tenían una enorme necesidad, tanto como yo, de sanar, de iniciar
procesos. El dolor, la realidad era cruda, así que no me detuve, di muchísimos talleres
en línea y terapias individuales, escuché historias duras y crudas de muchas
pérdidas, algunas eran de seres queridos, otras cosas materiales, trabajos,
parejas, identidades, todo estaba ahí, yo escuchaba atenta, acompañaba y en la intimidad
como siempre hacía el mío, era sorprendente ver que mi profesión cobraba sentido
como nunca antes lo había tenido.
La disponibilidad de las personas era increíble, el taller
de escritura terapéutica tuvo muchísimo éxito y llegó a tener cuatro niveles. Como
siempre mi enfoqué filosófico hacía enfrentar a las personas con algo más que
su sombra y agradezco que me permitieran acompañarlos en su duro despertar como
le llamaban algunas de ellas.
Di conferencias y cines filosóficos, en donde se abordaba de
manera extensa el tema de la película. Pero al terminar los cuatro niveles del
taller las personas sentían que ese camino que aun empezaba daba para más, y descubrí
que lo mismo pasaba conmigo, aun había mucho más por andar, y empecé a dar
talleres de filosofía. Me resistía tiempo atrás por que pensaba que no era una
experta y que me faltaba sabiduría para poder enseñar y compartir. Pero fui honesta
conmigo y descubrí que la más necesitada de filosofía en medio de todo ese
desorden pandémico era yo y a petición del público armé mi primer taller sobre la
filosofía de las emociones.
De ahí no nos hemos detenido, de una comunidad terapéutica bellísima
formada en la virtualidad, nació un grupo de filósofos aprendices por llamarlos
de alguna manera, que han quedado prendados de lo que la filosofía regala,
obsequia y al mismo tiempo arrebata. Me di a la tarea de crear muchísimos talleres,
explorando temas diversos, la nostalgia del absoluto, en busca de la realidad,
una hermosa introducción al mundo filosófico con la filosofía para náufragos,
el sentido del sufrimiento y no podían faltar un hermoso taller sobre la
filosofía del plan de vida, una guía existencialista y el que más les ha
gustado, la filosofía y psicología de los 7 pecados capitales.
Todo este paseo filosófico me ha enfocado más de lo que
esperaba, la huella que la realidad dejaba en mi en ese momento se hacía mas
latente, así que escribí un libro. Ese proyecto que llevaba años rondando mi
cabeza al fin se materializaba, la pluma me exigía, mi corazón lo necesitaba, y
me atreví a dejar que las letras hablen y a desentrañar lo que mi existencia me
ocultaba.
Nació la primera parte de mi autobiografía, la titulé EL
GATO DE ALICIA, UNA SONRISA SIN GATO, como buena existencialista no solo narré mi
historia, usando a Alicia de Lewis Carroll como alter ego, atravesé el espejo y
me lancé con mi infierno y mi purgatorio a firmar libros a la Feria Internacional
del libro de Guadalajara. Lo recuerdo y no puedo creerlo.
Mientras todo esto
pasaba, la biblioteca continuaba cerrada, como tal vez muchas cosas en mi vida
que no terminaban todavía de abrirse. Mi libro está narrado en tres tiempos, en
esta primera parte publicada está el infierno y el purgatorio, use la analogía
de la divina comedia, uno de mis grandes libros favoritos para establecer una
estructura y tener un punto de partida más que me permitiera armar el
rompecabezas. Es el paraíso el que está pendiente y en el que sin querer me he sentido
atorada en este 2023 que va ya a la mitad.
José y yo nos dimos a la tarea de remodelar la biblioteca,
era tal vez algo concreto que nos ayudaba a sentir que no estábamos estancados.
Materializar es algo que me enfoca y me dirige sobre todo porque a veces siento
que no poseo nada material. Cuando mi padre murió pensé que no haría lo mismo
que el, siempre digo que hacer lo opuesto no es hacerlo diferente, y creo que
hice lo opuesto, me lancé al mundo intentando librarme de las cadenas de lo que
según yo lo aprisionaron, y he terminado igual sin nada en los bolsillos,
aunque en realidad el si tenía algo que yo aun no tengo, una casa.
Lo único concreto que poseo son mis más de 3000 libros,
ellos son por ahora mi casa, es todo lo que heredaré a mis hijos. Libros que en
su mayoría no han sido míos, pues son donados, como esas historias que las
personas me comparten en los talleres y en las consultas. Mi historia parece estar
formada por historias que no son mías, de ahí nace la necesidad de contar la
mía, para rescatarla y que no se pierda entre tantas otras.
Decidirnos a invertir todo lo que ganamos y juntamos durante
la pandemia en la biblioteca fue una decisión complicada, no ha sido fácil,
desprenderme de lo material que logré juntar después de no tener nada en los
bolsillos, me deja a veces con la sensación de que vuelvo a quedarme sin nada.
Pero no es así.
Mi hija Sofía ha terminado la universidad, gracias a la
desescolarización teniendo tiernamente 19 años finaliza la carrera, tal vez no
en la mejor universidad que yo hubiera querido, pero es lo que mi corazón ha
podido darle, espero que eso no merme ni desmerite en su interior el valor que
pueda darle a su talento como diseñadora que es enorme y mi hijo Rafa hace unas
semanas a sus 15 años presentó su examen para certificar la preparatoria, y le
ha agarrado una pasión inmensa a la música, especialmente a la clásica y está
por presentar su examen en bellas artes por que desea con toda su pasión ser
concertista.
La biblioteca se reinauguró hace casi ya 2 meses y medio, y
nos ha quedado hermosa, José mi amado arquitecto ha puesto también ahí todo su
amor, y ha hecho un diseño que le admiro. Las personas llegan y al ver la transformación
no dan crédito, ha quedado sublime. Es nuestro refugio, y nuestro obsequio al
mundo que camina desesperanzado. Y es así que recobramos fuerzas para
continuar, en días como hoy que el insomnio me abandona y me deja descansar,
puedo madrugar tranquilamente sintiendo que he descansado y es que me doy permiso
para escribir estas líneas, para materializar mis emociones, mis pensamientos,
mi dolor y mi alegría.
Terminada la pandemia me doy cuenta que esa necesidad que todos
teníamos de abrir nuestros corazones y sanar nuestros dolores se ha vuelto a
quedar encerrada en un cajón. Salir al mundo a enfrentar la realidad no es una
opción, es curioso que estando encerrados no nos quedara de otra mas que
hacerlo, pero ahora que vamos a su encuentro lo que hacemos es intentar
evadirla, y recurrimos a los deseos, los placeres, a todos los estímulos que
nos regala el consumismo y el relativismo de la posmodernidad para perdernos de
nuevo hasta que aparezca otra pandemia o el apocalipsis zombie que predicen los
canales de streaming.
Las personas ya no necesitan los talleres como antes, ni los
procesos terapéuticos para sanar, de nuevo los psicólogos y los filósofos ya no
somos tan indispensables, las crisis existenciales que afloraron en medio de la
crudeza se van diluyendo, hasta que la cotidianeidad se vuelva nuestra pandemia
personal. Eso sí mis filósofos virtuales
siguen al pie del cañón, y continuamos, y les agradezco que me permitan seguir
filosofando con ustedes, aun nos quedan muchos temas, la filosofía lo ocupa
todo, lo cuestiona todo y nos sigue abriendo los ojos.
Y aquí seguiré escribiendo, intentando narrar el paraíso,
que por ahora son más de 3000 libros que yacen en estantes enormes
perfectamente diseñados para albergar historias que esperan mientras yo termino
la mía en ese segundo libro. Para que una vez terminado pase a formar parte de
esos estantes en espera de que alguien más lo lea, haga suya mi vida y me
permita acompañarle no como terapeuta, sino como Alicia o como Mariluz, en esa
búsqueda que he iniciado y a la que aun le falta mucho por desentrañar.