miércoles, 3 de octubre de 2018

LA STRADA – El propósito y la compañía

Por Mariluz Barrera González

"Todo en esta vida tiene un propósito.  Hasta esta piedra... No, no se cual es el propósito de esta piedra.  Pero debe tener uno. Porque si esta piedra no tiene un propósito, entonces nada tiene sentido. Ni las estrellas. Y tu también, tu también tienes un propósito."    El Loco- La Strada



Personalmente he vivido situaciones muy difíciles, las cuestiones de salud y las pérdidas han sido algunas de las pruebas más grandes, hace algunos años la enfermedad me puso en jaque y tuve que tomar decisiones que en su momento a muchos le parecieron descabelladas, priorizar mi salud hizo que mi economía flaqueara y en el 2014 pasábamos por una de las crisis más duras que hemos vivido, tal vez no como la que afrontamos ahora, pero existencialmente reconozco que no estaba en mi mejor momento, fue cuando vi por primera vez la película LA STRADA, de  Federico Fellini, leí un artículo sobre las películas favoritas del papa Francisco y me aventuré a verla y puedo decir que  llegó justo en el momento que mas la necesitaba, no solo tenía problemas económicos y de salud, me cuestionaba fuertemente si debía continuar ejerciendo mi profesión, la realidad es que me sentía muy decepcionada.

Este 6 de Septiembre se cumplen 64 años de su estreno en el Festival de Cine de Venecia, La Strada, una historia increíblemente humana, en donde sus  personajes, Zampanó, Gelsomina y el Loco nos llevan a un recorrido profundo y espiritual por la calle cruda y solitaria en que suele por momentos convertirse la vida.



Clasificada en el género neorrealista, juzgada por la crítica marxista de resaltar el individualismo y el misticismo de corte religioso a lo que Fellini respondió afirmando que “el neorrealismo debería abarcar no solo la realidad social, sino también la realidad espiritual, la realidad metafísica, todo lo que hay dentro del hombre”, es sorprendente que en un momento como el de la posguerra, y justo como el que se vive ahora se tenga que remarcar y defender el hecho de que estos aspectos de la humanidad son la prioridad, pero si a mí me han criticado por descabellada, no me sorprendió saber que el mismo Fellini tuvo que defender su postura y la mirada de lo humano que ya a muchos parece no interesarles y que en los momentos de crisis más difícil es lo que me cuestiono.

Cuando vi la película esa primera vez en las noticias se hablaban de 4 suicidios en 24 horas en la ciudad, y dos niños de 11 y 12 años respectivamente se encontraban en la lista, 20 años como terapeuta escuchando historias, viviendo de cerca el sufrimiento de las personas no me deja indiferente y me confirma como Fellini que estos temas siempre son y serán importantes, en medio de una guerra, después de ella o en cualquier circunstancia donde nuestra humanidad y espiritualidad siempre estarán en juego.

Fellini plasma un panorama de la Italia de la posguerra, los personajes intentan plantear tres posturas ante la vida, Gelsomina (Giulietta Massina),  representado la apertura original del niño hacia la realidad, Zampanó (Anthony Quinn), la cruda brutalidad del animal y El Loco (Richard Basehart), el sentido de la vida que pende de una cuerda floja y que parece locura . La Strada significa la Calle, que representa el camino, ese camino por el que todos transitamos, tratando algunos de encontrar qué sentido tiene nuestra vida, algunos otros vivirán el riesgo, al límite sin importar las consecuencias y otros más que tal vez son los que abundan, van por la vida amargados, frustrados, indiferentes, desconectados, sin plena consciencia de su propia soledad asumiendo tal vez como nos quieren hacer creer que fue una decisión propia, pero que no es más que el resultado de todo lo que se ocasiona por la falta de reconocimiento de nuestra humanidad.



Primero me identifiqué con Gelsomina, con esa mirada noble e ingenua que intenta sin aparente lógica abrazar lo que la vida le presenta, aun sin poder entenderlo, pero con la certeza de que hay algo más grande y que resulta obvio porque se impone y por momentos parece acorralarte, y solo abriéndote a esta pregunta que constantemente se plantea ante el anhelo de ser mirada por Zampanó y de ser mas que amada, necesitada, aunque esto implique sufrimiento pero siempre con un sentido.  En otros momentos me vi como el Loco, intentando conformarme con el instante y lo fútil de lo que ofrece creyendo que así se sufrirá menos, el problema es que para vivir de esa forma se necesita el riesgo, el límite para poder sacarle todo el jugo y nuevamente llega la insatisfacción que nunca acaba. Más impactante ha sido descubrir que tal vez muchos estamos como  Zampanó, intentando por voluntad propia recurrir a la soledad sin construir vínculos profundos para no sufrir, para no comprometernos, creyendo que así somos más responsables, pero en el camino lastimamos a las personas, porque nuestra mirada que tanto necesita el otro para ser rescatado de algo más que la indiferencia es justo el sentido de los encuentros que dan a la vida el significado que nos convierte en personas y que también nos salva y nos dignifica como seres humanos. 

Cuando Zampanó se descubre completamente solo y cae en cuenta de que esta soledad no ha sido su decisión es cuando no nos quedan más que dos opciones, resignarnos a que la vida no es trascendencia porque no hay nada que nos rescate ni que nos acompañe en esta intrínseca soledad, o abrazar la vida como señal de un misterio más grande y descubrir que siempre hay una compañía que nos salvará y redimirá para descubrir a través de su presencia que nos remite a este misterio para darnos cuenta que nunca hemos estado solos.

Gracias, Fellini y Gelsomina por este grandioso recordatorio.


Publicado en la Revista Digital Humanum

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