“Maldito creador! ¿Por qué me hiciste vivir? ¿Por
qué no perdí en aquel momento la llama de la existencia que tan imprudentemente
encendiste?” - Frankenstein o el Moderno Prometeo, Mary Shelley.
Este año se cumplen 200 años de la publicación de la gran
novela “Frankenstein o el Moderno Prometeo”, confieso que al igual que muchos
esta extraordinaria novela fue para mi un increíble libro de terror, pero hace
poco Netflix por el aniversario del libro lanzó una serie muy interesante, “LasCrónicas de Frankenstein”, de la cual ya vi la primera temporada y me hizo ver
la obra original con otra mirada, sobre todo pensando en lo que actualmente
vive mi generación. La crisis existencial del protagonista de la serie me
apasiona, un hombre creyente tratando de comprender la crueldad, y el dolor del
mundo real pero atormentado por su propia crueldad y sufrimiento, hasta que el
destino pudiera transformarlo en un monstruo al transgredir sin deseo propio la
misma naturaleza, que es en realidad el asunto más importante que Mary Shelley
intentó plasmar en su novela, los conflictos existenciales más profundos del
Alma Humana.
Investigar sobre la vida de la autora y el contexto histórico
que se vivía en sus tiempos definitivamente nos abre también el panorama, y es
que la revolución industrial marcó una diferencia en el sentido de muchas
cosas, sobre todo de lo que implicaría las necesidades más apremiantes de la
naturaleza humana, convirtiéndonos en productores y productos, descubriendo en
lo personal una analogía con lo que vivimos actualmente. A eso agreguemos las
investigaciones de Darwin y el galvanismo que al parecer eran fuente de grandes
reflexiones en los círculos filosóficos y literarios, pues es justo de una
charla en donde se platicaba de ello que nace en Mary la inquietud sobre el
tema.
La analogía que usa Mary Shelley con el mito de Prometeo es conmovedora,
el hombre intentando suplantar a Dios, Frankenstein, pero al igual que Prometeo
la osadía de robar el fuego de la vida no podía quedar sin un castigo y es su
misma creación la encargada de martirizarle, el buitre que nunca le abandonará.
Mary tuvo una vida bastante dolorosa, perdió a varios hijos
y también a su esposo, vivió en la indigencia y a pesar de pertenecer a una
familia culta y liberal, la revolución industrial no fue en ese momento lo
mejor que a gente como ella pudiera pasarle. Crítica y reflexiva imagino que
nunca dejó de plantearse conflictos que en ese tiempo eran imposibles de
evadir, la realidad era como ahora intensa y se imponía por si misma a través
del sufrimiento y la tragedia creando en ellos reflexiones infinitas que llegan
cuando te abres a lo que grita desesperadamente la realidad.
Entiendo igual la tragedia del monstruo al ser la creación
de Frankenstein y no tener el amor de su creador que termina rechazándolo, y el
creyendo que fue la infelicidad lo que en ese momento lo volvía un monstruo cuando
tal vez volver a vivir no implicaba en si un nacimiento y mas que ese amor lo
que tal vez ya no poseía era un alma, misma que muchos seres humanos en ese
momento como consecuencia de la industrialización y la guerra sentían que estaban
perdiendo, incluso Mary Shelley.
El primer capítulo de la serie de Netflix lleva por título “Un
mundo sin Dios” y da pie a lo que Mary intentó plasmar en su obra, el hombre en
medio de la desesperación a expensas de sus propios límites intentando
suplantar aquello que no comprende asumiendo que lo hace olvidando por esto la
esencia de su naturaleza que fue ser creado, y que el monstruo se lo recuerda a
Frankenstein y que en la serie (no voy a hacer Spoiler) se plantea de forma increíble
al final de la primera temporada, llevando al protagonista a un conflicto aun
mas grave de su existencia.
Perder el alma aun estando vivos es tal vez algo que sucede
con mas frecuencia de la que imaginamos, yo como psicóloga puedo reconocer que
los conflictos de las personas desde hace mucho no radican en sus mentes, sino
en sus almas y sus espíritus, y que desgraciadamente ya no hay nada en el mundo
que se enfoque en formar nuestra vida espiritual o en rescatar y satisfacer lo
que nuestra autentica naturaleza necesita, el mundo nos ofrece una gama
infinita de soluciones superficiales y evasivas que lo que hacen es negar esta
naturaleza y nos abandona a nuestro propio limite bajo la premisa de que somos
ilimitados, pero el desencanto ha traído consecuencias catastróficas.
Fue para mi asombroso encontrar mucha similitud entre mis
múltiples reflexiones personales, las de Mary Shelley y las del filósofo
coreano Byun-Chul Han que últimamente se ha vuelto famoso por su libro “La
sociedad del cansancio”, se los recomiendo ampliamente; cuando descubrí la
filosofía de Byung-Chul Han quedé fascinada por que todo eso que el plantea yo
ya lo venía observando en mis pacientes, y en las personas con las que he
trabajado todo este tiempo y concuerdo en todo, es bajo esta premisa que me
atrevo a ayudar a mis pacientes y he visto resultados sorprendentes; y es que
soy filosofa y mi formación me abre a otra perspectiva, y partir de la
naturaleza repito me está funcionando maravillosamente.
En el Prólogo de la sexta edición Byun-Chul Han utiliza el
mito de Prometeo como introducción a sus planteamientos y es tal vez nuestro
Prometeo Posmoderno que el llama “El Prometeo Cansado” y transcribo sus
palabras: “El mito de Prometeo puede reinterpretarse considerándolo una escena
del aparato psíquico del sujeto de rendimiento contemporáneo, que se violenta a
sí mismo, que está en guerra consigo mismo. En realidad, el sujeto del
rendimiento, que se cree en libertad, se halla tan encadenado como Prometeo. El
águila que devora su hígado en constante crecimiento es su álter ego, con el
cual está en guerra. Así visto la
relación de Prometeo y eláguila es una relación consigo mismo, una relación de
autoexplotación. El dolor del hígado, que en sí es indoloro, es el
cansancio. De esta manera, Prometeo,
como sujeto de autoexplotación, se vuelve presa de un cansancio infinito. Es la
figura originaria de la sociedad del cansancio.”
Al final el exceso de rendimiento según el filósofo provoca el infarto del alma.
Al final el exceso de rendimiento según el filósofo provoca el infarto del alma.
Y si, somos esos Prometeos cansados, luchando con nuestro
álter ego, autoexplotándonos, en un mundo sin Dios, sin esperanza, buscando a
quien culpar por nuestro sufrimiento y nuestra maldad devorándonos a nosotros
mismos, acabando con nuestra naturaleza humana viviendo como monstruos creados por el
Dr. Frankenstein sin un alma.
Artículo Publicado en la Revista Digital Humanum
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